David J. Guzmán: ciencia y racismo
- vuelvehojas
- 27 nov
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Actualizado: 27 nov
Este es un editorial publicado en Revista Factum el 23 de septiembre de 2019. Creo que la página de Revista Factum dónde estaba este editorial ya no existe (o no es accesible), así que lo pongo acá. Ahora que lo leo 6 años después, la redacción me parece un poco rara y hay ciertos términos que usé que ahora me parecen erróneos como "ciencia objetiva". Quizá me metí a escribir algo de lo que no dominada mucho. De cualquier modo, acá está el editorial, con algunos mínimos cambios, únicamente en las comas.
Cuando cualquier salvadoreño escucha el nombre de David J. Guzmán, lo más probable es que a su mente vengan dos cosas: alguien que tuvo algo que ver con el actual Museo Nacional de Antropología (Muna) y con la Oración a la Bandera. Esto último es algo que todos aprendimos alguna vez en nuestras vidas como estudiantes, y es precisamente en este mes de septiembre cuando la mayoría de colegios y escuelas del país dedican un tiempo a recitarla. David Joaquín Guzmán Martorell (1843-1927), fue el primer director del Museo Nacional (hoy llamado Museo Nacional de Antropología “Dr. David J. Guzmán”) en el año de su fundación en 1883. En 1916 el Ministerio de Instrucción Pública realizó un certamen poético en el cual salió galardonado Guzmán por su obra “Oración a la Bandera”, y que fue reconocida oficialmente en el año 2001 como Símbolo Patrio.
David J. Guzmán, nació en San Miguel en 1843, en una familia adinerada; su padre, Joaquín Eufrasio Guzmán, fue presidente de El Salvador en 1845. Se graduó como Doctor en Medicina en París, Francia en 1869, pero durante su vida Guzmán publicó varios libros y artículos en revistas como Anales del Museo Nacional, y en otras más, sobre temas como arqueología, zoología, botánica, historia y política. Como muchos hombres de ciencias del siglo XIX y principios del XX, David J. Guzmán tenía ciertos prejuicios sobre otros segmentos de la población y uso cierto conocimiento científico disponible en la época para legitimar algunas de sus creencias. No es un secreto que la ciencia (o quizá, mejor dicho, pseudociencia) fue utilizada para legitimar o validar opiniones a favor de ciertas personas y en contra de otras. Muchos científicos reconocidos de aquella época tenían opiniones que hoy resultarían inaceptables.

Karl von Linneo (1707-1778), padre de la clasificación biológica, publico un libro llamado Systema Naturae. En él, agrupó a animales y plantas de acuerdo a ciertas características y los bautizo con un nombre científico, pero también había un capítulo para los seres humanos. A los, así llamados, negros los nombró Homo afer y como sus características menciona: cabello rizado, nariz chata, vagabundo, perezoso, astuto, lujurioso, descuidado y gobernado por capricho. Uno de los grandes de la biología, el alemán Ernst Haeckel (1834-1919), rechazaba el hecho que los humanos se originaron el África (por obvias razones) y creía que los negros eran salvajes cuya conciencia estaba más cercana a la de los animales, como el mono, que a la de los blancos, los civilizados.
Louis Agassiz (1807-1873), naturalista sueco, pero considerado uno de los grandes naturalistas de Norteamérica, principal estudioso de fósiles de peces del mundo y europeo célebre, escribió en una carta a su madre desde Estados Unidos circa 1850:
Estos científicos creían que existía un orden jerárquico racial, estando los, así llamados, blancos arriba y las demás abajo y no faltaba quien utilizara sus enunciados para justificar tratos inhumanos. Es casi seguro que David J. Guzmán estuvo expuesto a este tipo de pensamiento durante sus estudios en Francia. En una de sus publicaciones: el Texto de Zoología Elemental, publicado en 1910, Guzmán hace uso de una clasificación muy usada en el siglo XIX y XX, donde clasifica a los seres humanos en razas. Se refiere a la “raza caucásica” como “la más inteligente” (Figura 1). Pero fue a los indígenas (y a otros grupos como “ladinos” y “zambos”) a los que se refirió en la mayoría de sus publicaciones.
![Figura 1. Fragmento del libro Texto de Zoología Elemental publicado por David J. Guzmán en 1910. Notar: «Raza caucásica [...] Es la raza más inteligente»](https://static.wixstatic.com/media/6cd432_c42aafd8f98c4c439b48474d4d617301~mv2.jpg/v1/fill/w_980,h_1307,al_c,q_85,usm_0.66_1.00_0.01,enc_avif,quality_auto/6cd432_c42aafd8f98c4c439b48474d4d617301~mv2.jpg)
Sobre los “zambos” escribió: «son de una rara fealdad sobre todo cuando llegan a viejos. En cuanto a sus facultades intelectuales sacan el término medio de ambas razas; su nivel moral es desgraciadamente muy bajo presentando esta clase el prototipo de la estupidez, de la abyección, de la miseria y la ignorancia…». Desde su perspectiva, los indígenas representaban una parte de la sociedad atrasada, casi primitiva y debían ser absorbidos por la civilización actual: «es necesario que el espíritu realmente liberal y humanitario de nuestras instituciones penetre por todos lados en el hogar del indígena, instruyéndole, sacándole de la apatía, y si posible es haciéndole desaparecer gradualmente en la masa de la civilización actual…». Por otro lado, sobre las mujeres indígenas escribió: «su tipo en general no es interesante y cuando son viejas es extraordinariamente feo…».
Sin embargo, al mismo tiempo, David J. Guzmán mostraba cierta compresión por ellos. «Es incontestable que todas las violencias y atrocidades cometidos contra ellos han vuelto esta raza desconfiada y en el fondo, eterna enemiga del elemento español o criollo…». Se refiere a los indígenas del campo como “buenos, humildes y hospitalarios”, incluso va más allá y desprestigia a otros grupos para defenderlos: «¡Que distante están estos indios [los de El Salvador] en cuanto a su vida y costumbres de esas tribus nómadas y antropófagas de la América del Sur y de los “Pieles Rojas” del Norte que viven del pillaje y el asesinato!».
Aparentemente, David J. Guzmán tenía opiniones ambivalentes sobre los indígenas. Por un lado, los ve como un estorbo y urge que sean fusionados con los ladinos o los criollos, aun si esto implicaba abandonar sus costumbres o estilos de vida, y por otro, adopta una actitud protectora, tratando de guiarlos, porque probablemente (según su criterio) son incapaces de salir de sus «condiciones de atraso» sin la ayuda de una «raza superior». Sin embargo, en su posición de hombre de ciencias, posiblemente contribuyó al detrimento de la situación de los indígenas y otros grupos al validar con su con la “ciencia” algunas ideas de los gobernantes de aquel entonces, dado su influencia en la vida política en aquellos años.
Es importante considerar que analizamos estas opiniones con el lente moral de más de 100 años después; y que éstas estaban presentes, no solo en la ciencia, sino en muchos otros ámbitos. No obstante, es transcendental comprender como la ciencia mal interpretada puede tener un enorme poder. Hoy en día, necesitamos ciencia objetiva en nuestras políticas de todo tipo, pero debemos ser escépticos y hacer un riguroso escrutinio, para que evitar que cualquier opinión fraudulenta sea aceptada, principalmente entre los políticos de cualquier tipo, nacionales o internacionales. La ciencia ha desechado el concepto de raza; hoy debemos abrazar y apreciar la diversidad fenotípica de los seres humanos, sin pensar en seres inferiores o superiores.
Para leer más:
Apuntamientos sobre la topografía física de la República de El Salvador comprendiendo: su historia natural, sus producciones, industria, comercio e inmigración, climas [y] estadísticas. Publicado en 1883 por David J Guzmán. Las frases citadas pueden encontrarse en los capítulos 17 y 18.
David J. Guzmán: la institucionalización del discurso racista en las elites simbólicas del poder. 2016. Georgina Hernández Rivas.
La historia cultural en El Salvador: Un campo de estudio en ciernes. 2005. Carlos Gregorio López







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